I Congreso Internacional de Estudios Interdisciplinares de Cómic: Descubriendo el Mediterráneo

Crónica-opinión de David Calviño.

Entre los días 4 y 6 de abril tuvo lugar en la Universidad de Zaragoza el I Congreso Internacional de Estudios Interdisciplinares de Cómic, una esperada cita para aquellos investigadores que estudian el cómic desde diferentes enfoques.

Sin ser el primer congreso de estas características (ejemplo es el I Congreso Internacional sobre Cómic y Novela Gráfica, que tuvo lugar en 2011 en Alcalá de Henares), la propuesta fue acogida con entusiasmo, siendo la plataforma para que más de medio centenar de ponentes expusieran sus temas de estudio que abarcaron temas tan diversos como la historia, la comunicación, el periodismo, el diseño o el activismo.

El congreso contó con una frase estrella que, sin duda, fue “descubrir el Mediterráneo”, la cual fue magistralmente pronunciada por Antonio Altarriba durante la conferencia inaugural. Con ella hacía referencia a la sensación de descubrimiento que acostumbramos a tener los investigadores cuando, ignorando la posibilidad de que alguien “se nos haya adelantado”, empleamos el cómic para tratar de dar nuevos enfoques a nuestras respectivas disciplinas. De este modo, tendemos “a hacernos un Colón”: descubrir algo que muchos otros conocen antes que nosotros.

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Este problema se pudo apreciar en algunas de las ponencias que se basaron, en gran medida, en hacer una exposición sobre cómo el cómic es un medio interesante para con otras ciencias y qué cosas tan molonas tiene, sin existir una tesis más allá de esta obviedad. Evidentemente podemos achacar este tipo de ponencias al limitado formato de las mismas, de tan solo 10 minutos, por lo que será necesario esperar a la publicación de las actas para alzar firmemente el dedo acusador.

No obstante, si el error finalmente es real, no tienen por qué corresponderse a la incompetencia del investigador (cosa que dudo completamente), si no que se encuentra afincado en una serie de problemas estructurales que afectan a los Estudios Interdisciplinares de Cómic (tomando la nomenclatura de este Congreso y abreviándolo como EIC) que este congreso ha permitido sacar a la luz.

El principal de estos problemas y el que sin duda ayuda a normalizar esa sensación de “descubrir el Mediterráneo”, es la falta de referencias y referentes. Este problema golpea con especial fuerza a los investigadores neófitos que apenas han estado en contacto con el “mundillo” del cómic (entendiendo por este, especialmente, a todo el grupo veterano de divulgadores) y que deciden embarcarse en una investigación más o menos guiados por un profesor con buena fe y que, si bien apenas conoce el medio, procurará que al menos el elemento formal sea correcto. Mientras que en caso de coger un tema más “ortodoxo” el investigador contaría con abundantes recomendaciones bibliográficas del profesor, en el caso del cómic, el medio de acercarse al estado de la cuestión serán las búsquedas en diferentes servicios, desde Google, hasta Dialnet, pasando por los fondos de las bibliotecas universitarias. El resultado tiende a ser una exigua lista compuesta habitualmente por libros que, a pesar de su gran popularidad y accesibilidad, no tienen por qué ser los mejores sobre el tema (como el caso de la obra “ensayística” de McCloud o la de Eisner), así como otros títulos que resultan imposibles de conseguir debido a que se publicaron una única vez hace años y han desaparecido del circuito comercial. Además, no podemos olvidar la cantidad de trabajos universitarios que no se han publicado debidamente y a los que solo se puede tener acceso si la Universidad o el propio autor tienen a bien ponerlo al alcance de la comunidad a través de la red.

La falta de un directorio con las obras académicas publicadas y la dificultad de acceso imposibilita el conocimiento del estado de la cuestión de los diferentes frentes de investigación en los EIC, provocando que cada nuevo investigador se vea obligado partir más o menos de cero, lo cual fomenta que en lugar de un avance lineal, la materia se mantenga en unos “chapoteos” en la base.

Si bien esta situación que expongo se trata de un worst-case scenario, seguramente muchos de los jóvenes investigadores que tratan de abrir frentes en los EIC se sentirán identificados con alguno de los puntos.

Continuando la cadena, podemos atribuir esta falta de referencias y materiales tanto a la ausencia de los EIC en las Universidades (lo cual supone que, a diferencia de otras disciplinas, estos no cuenten con unos medios e infraestructuras para desarrollarse), como a la inexistencia (si bien están comenzando a conformarse) de redes globales —universitarias o no— de investigadores que permita la puesta en contacto de estos, así como compartir materiales de trabajo. Esta falta de plataformas, promueve el trabajo de individuos aislados lo cual, sin duda, fomenta de nuevo la percepción de “descubrir el Mediterráneo”.

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De este modo, creo que el Congreso ha permitido vislumbrar ciertas problemáticas de las que deberíamos tomar nota y usar como guía para determinar los siguientes pasos que debemos dar: conformar redes para crear una comunidad investigadora activa y con acceso a los materiales que permitan hacer una ciencia de calidad, así como reclamar los mismos medios y espacios que tienen otras disciplinas del conocimiento.

El verdadero valor de este Congreso —considero— ha sido fomentar un estado de autoconsciencia de los investigadores como grupo. Ya no somos los “francotiradores” de hace 10 o 15 años. Somos un grupo amplio, diseminados tanto a nivel geográfico como temático, provenientes de una gran variedad de disciplinas y, por tanto, con una diversidad de enfoques que no hacen sino enriquecernos como conjunto. La cita en Zaragoza nos ha valido para vernos las caras, conocernos, charlar y desterrar el sentimiento de aislamiento que a veces encontramos dentro de la academia.

Pecando ahora un poco de optimismo, confío en que este congreso suponga el pistoletazo de salida para mucho más: nuevos congresos, grupos de investigación y un verdadero despegue de los IEC como ciencia, después de varias décadas intentándolo. No habremos descubierto el Mediterráneo, pero aún tenemos mucho por explorar.


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