En el mundo audiovisual nos encontramos muy a menudo con obras relacionadas con la cultura japonesa, como hemos podido comprobar en múltiples entradas de El Octavo Historiador. Un ejemplo de ello es la película de 2013 47 ronin, una adaptación muy libre y con elementos fantásticos de uno de los relatos más populares de Japón, el de la historia (real) de la venganza de un grupo de samurais contra el culpable de la muerte de su señor, aunque esto implicara su propio sacrificio. Pero en esta entrada nos centraremos en un aspecto muy concreto, lo que en el film llaman “la Isla de los Holandeses”, cuyo nombre en japonés es Dejima.
Para entender la significación histórica de esta isla, hay que retrotraerse a los inicios del período Edo (también conocido como Tokugawa), a comienzos del siglo XVII. La instauración del nuevo régimen trajo consigo un fuerte rechazo hacia las influencias extranjeras -especialmente occidentales- que desde hacía unas décadas traían consigo españoles y portugueses. Para asentar este aislacionismo, Tokugawa Iemitsu, el tercer shogun, decreta en 1639 el sakoku, que impedía el contacto entre japoneses y extranjeros, al prohibir que estos entren en su territorio, y que los primeros puedan salir del mismo. Hubo ciertas salvedades con los coreanos y los chinos, con los que se permitía comerciar a través de la isla de Tsushima y el reino de las islas Ryukyu, respectivamente. Con respecto a los occidentales, solo hubo una pequeña excepción, Dejima. Esta era una pequeña isla artificial de apenas 9.000 m², situada frente al puerto de Nagasaki, creada en 1636 con la idea de ubicar allí a los portugueses. Sin embargo, tras la expulsión de estos, la Compañía Holandesa de las Islas Orientales obtuvo el permiso del shogun para instalarse en ella en el año 1641, siendo así el único reducto de contacto entre Japón y el mundo occidental durante los dos siguientes siglos. Eso si, el objetivo de este asentamiento era exclusivamente comercial, y los holandeses tenían prohibido salir de la isla y pisar el territorio nipón.

En 47 ronin son dos los personajes principales que acaban accediendo a Dejima: el mestizo Kai -que no existió en realidad- y el más destacado de aquellos samurais, Oishi, que acude para ayudarle a escapar tras haber sido vendido a los holandeses para participar en peleas dentro de la isla. Sin embargo, la visión que se da de Dejima en esas escenas no parece ajustarse a la realidad, puesto que la ubica en una bahía con una orografía muy distinta a la de Nagasaki, y aparece situada más o menos lejos de la costa, cuando en realidad apenas unos pocos metros separaban la isla artificial de la ciudad japonesa. No se muestra en ningún momento la configuración interna de Dejima, que aparece casi oculta entre un gran volumen de navíos holandeses apelotonados en torno a ella. De hecho, el número de barcos que aparecen en esas escenas es muy superior al que podían haber coincidido simultáneamente, debido a las escasas dimensiones del asentamiento y a la muy baja frecuencia de su llegada al puerto.
Así, y si bien en 47 ronin las referencias a la isla de Dejima son muy tangenciales -y parece que no muy exactas-, al menos sí nos sirven para acercarnos a un aspecto curioso pero muy poco conocido de las relaciones económicas y políticas internacionales de época moderna y al pensamiento japonés del período Tokugawa, en el que el aislamiento del exterior en todos los aspectos era la nota predominante.
[Imagen de portada extraída de: artofvfx.com]