Esta entrada contiene spoilers relativos a la serie Las escalofriantes aventuras de Sabrina. Si todavía no has visto la serie, quizás sea mejor que no sigas leyendo.
El pasado mes de octubre la cadena norteamericana Netflix estrenaba uno de los reboots más esperados y misteriosos de la temporada: Las escalofriantes aventuras de Sabrina o Chilling Adventures of Sabrina, en su versión original. Basada en el cómic homónimo y nacida como un spin-off de las historietas de Archie, la historia nos traslada a Greendale, un apacible pueblecillo estadounidense donde el normal discurrir del día a día se combina con aquelarres satánicos y mucha magia. La protagonista, Sabrina, nacida mestiza de una mortal y un brujo, ha de decidir el día de su dieciséis cumpleaños si abrazar su mortalidad o por el contrario firmar en el libro de la Bestia y dedicar el resto de su inmortalidad a cumplir su deber con el Oscuro. Con una ambientación mezcla de época actual y tintes sesenteros, la serie da un giro de tuerca a la primera adaptación de las aventuras de esta joven bruja, nacida en los noventa bajo el nombre de Sabrina la bruja adolescente, presentando una ambientación mucho más oscura y con una carga histórica mucho mayor.
Como toda buena ficción sobre magia y brujería en el Nuevo Mundo, no podían faltar las referencias a los afamados Juicios de Salem, acaecidos en el s. XVII y célebres debido al número de imputados y ejecutados, así como a la teatralidad tras los propios procesos, que con el tiempo acabaron por ser condenados o al menos puestos en duda. Salido directamente de las páginas del cómic y con su homólogo en la serie de los noventa, tenemos a Salem, el gato de Sabrina, cuya función como familiar es custodiar y proteger a la joven bruja, y cuya referencia a los sucesos del s. XVII queda clara –algo que Zelda, tía de Sabrina, hace constar con desagrado durante la primera aparición del minino-.
Otro ejemplo de la importancia de este proceso en la ficción es el uso de algunos nombres o apellidos en la trama que poseen un directo equivalente en las figuras históricas protagonistas de la Ordalía, como el caso de los Hawthorne. A pesar de ello, el ejemplo más notable es sin duda el de la familia Putnam, a la que pertenece Susie, una de las amigas mortales de Sabrina. A través de los diferentes capítulos se relata la vinculación de este personaje con Dorothea Putnam, antepasada suya, conocida por haber ayudado a las trece brujas de Greendale a escapar de un terrible destino. Ahora bien, acudiendo a los Juicios de Salem vemos que los Putnam reales presentan una cara mucho menos amigable para los practicantes de las artes oscuras, al ser Thomas Putnam uno de los principales acusadores durante los procesos y su hija Ann una de las niñas afligidas y supuesta víctima de las brujas de Salem.
Ahora bien, dejando de lado los guiños históricos a los Juicios de Salem, cabe destacar, debido a su carga histórica, una de las subtramas de la serie, en la que la protagonista realiza un exorcismo oscuro. El capítulo seis de esta primera temporada muestra a Sabrina, contra todo pronóstico y en clara contraposición a su naturaleza oscura, realizar un exorcismo –más propio del denominado por la Orden Oscura como “Falso Dios”-. Un rito en el que, a diferencia de lo que sucede con su equivalente cristiano en el que se invoca a Dios, se llama a los antepasados más poderosos del aquelarre, a fin de ganar poder en contra de las fuerzas del mal. Durante el mismo, Sabrina y sus aliadas enuncian una serie de nombres que, en todos y cada uno de los casos, hacen referencia a personajes históricos, legendarios o mitológicos, relacionados de alguna manera con la magia o las artes oscuras.
Siguiendo el mismo orden de invocación que en la escena, la primera nombrada es, como no podía ser de otra manera, Lilith. Primera esposa de Adán y por lo tanto primera mujer de la creación, abandonó el Edén para, según la leyenda, copular con demonios, dando lugar a una casta de criaturas abominables. Aradia o Herodías, figura vinculada a la brujería y a en ocasiones asimilada con la misma Lilith, dando nombre asimismo a El Evangelio de las brujas de Charles Leland (1899).
Morgana Le Fay, hermana del legendario rey Arturo y madre de su hijo Mordred, es considerada por los diferentes autores del ciclo artúrico como una hechicera, vinculada a la misteriosa Ávalon. Annis la Negra, en su versión original Black Annis, figura del folklore escocés, se la representa habitualmente como una bruja de rostro azul, garras de metal y una extraña afinidad por devorar infantes.
El primer personaje histórico constatable de la lista es Ana Bolena (1501-1526), esposa del Rey Enrique VIII de Inglaterra y famosa por perder la cabeza como medio de divorcio. Durante su vida fue ampliamente criticada por la iglesia católica, que renegaba de su matrimonio y apoyaba a la que consideraban reina legitima, Catalina de Aragón. Entre otros, difundieron rumores respecto a la presencia en su cuerpo de marcas que la identificarían como una bruja. Por otra parte, procedente de la esfera cristiana, se nos presenta a La bruja de Endor, personaje del Antiguo Testamento (Libro de Samuel), conocida por ser una adivina y nigromante, cuyos servicios fueron requeridos por el Rey Saúl de Israel.
Seguidamente se invoca a tres diosas con vinculaciones a los cultos lunares: Hécate, Artemisa y Luna. La primera de ellas, Hécate, llega a nosotros gracias a su asimilación por los griegos, tratándose de una diosa vinculada a la hechicería y a los ciclos lunares. Por su parte, Artemis o Artemisa, hermana de Apolo –dios del Sol-, se vincula con la caza, los bosques, los animales y las doncellas. Por último, Luna o Selene en su versión griega, es la diosa lunar por antonomasia, hija de los titanes Hiperión y Tea, acabaría por asimilarse con la propia Artemisa.
De regreso al plano histórico, se llama a Hidelgarda de Bingen, conocida también como la Sibila del Rin. Abadesa germana que vivió entorno al s. XII, fue conocida por sus artes proféticas. De vuelta al Nuevo Mundo, tenemos a Marie Laveau (1794-1881), conocida como la Reina del vudú de Nueva Orleans y por ser un personaje ampliamente representado en el cine y la televisión –véase por ejemplo la saga de American Horror Story-. Un siglo antes, pero también en el Nuevo Mundo se sitúan Tituba y Mary Bradbury, implicadas ambas en los Juicios de Salem. La primera de ellas resulta especialmente relevante, al tratarse de la primera mujer de Salem en ser acusada de brujería por Betty Parris y Abigail Williams, dando inicio a los famosos procesos. Por su parte, Mary Badbury (1615-1700) fue condenada durante los mismos aunque, al igual que Tituba, se salvó de ser ejecutada.
Seguidamente se invoca a una tríada de diosas de origen irlandés vinculadas en gran medida con la guerra. La primera de ellas, Nemain o Nemhain es la diosa de la guerra caótica y miembro de los Tuatha Dé Danann, habitantes míticos de las tierras de Irlanda según la Lebor Gabála Érenn. En segundo lugar, se llama a Badb o Badhbh, diosa con la capacidad de transformarse en cuervo y cuya presencia en la batalla inspiraba temor y confusión, siendo símbolo de muerte. Y en tercer lugar se invoca a Macha, cuya vinculación con la guerra va asociada a los caballos. Cabe destacar la ausencia en esta lista de Morrigan o Morrighan, diosa asimismo de la mitología irlandesa y con atributos similares a Nemain y Badb, a las que habitualmente sustituye en los relatos.
Procedente de la Odisea se llama a Circe, hija de Helios y Perseis, habitante de la isla de Eea y conocida hechicera que transformaba a sus enemigos en animales. Nuevamente en el plano histórico se invoca a Moll Dyer, ciudadana de Leonardtown (Maryland), acusada de brujería por sus conciudadanos y que moriría en torno a 1697 en extrañas circunstancias.
Del mundo greco-romano se enuncia a Juno, equivalente romano de la diosa Hera, esposa de Júpiter y conocida por sus artimañas para acabar con las numerosas amantes de su esposo; y a Juventas, diosa de la juventud, vinculada a la protección de los más jóvenes. Por último, perteneciente al s. XX, se llama a Sybil Leek (1917-1982), famosa astróloga, psíquica y ocultista inglesa, conocida por su amplia literatura sobre las artes esotéricas.
Los últimos nombres de la lista pertenecen a cuatro brujos Spellman y, por lo tanto, familiares en la ficción de la propia Sabrina. A pesar de ello, cabe destacar que dichos nombres hacen asimismo referencia a figuras relacionadas con el mundo de lo oculto. Priscilla y Francis podrían referirse probablemente a Priscilla Gould, abuela de Thomas y Edward Putnam, vinculados a los Juicios de Salem; y Francis Barret, ocultista inglés del s. XVIII y único hombre de toda la lista. Por su parte, Evanora y Locasta son la Bruja mala del Este y la Bruja buena del Norte de la película El Mago de Oz.
Como podemos ver, Sabrina mediante su exorcismo hace un nada desdeñable repaso por algunas de las figuras más relevantes de la historia, mitología y cultura popular relacionadas con la magia. Un guiño a todas esas figuras -habitualmente femeninas- que de alguna manera quedaron marcadas por la historia como brujas, debido a su vinculación con las artes oscuras o al simple desprestigio llevado a cabo por sus congéneres. Figuras que en este caso son invocadas para derrotar al mal, eliminando en cierta medida ese halo de maldad implícito en la figura de la bruja a lo largo de la historia, mostrando una cara más amable y menos estigmatizada de todos estos personajes, cuya vida y legado quedaron marcados de forma negativa por la historia.
[Imagen de portada extraída de: fotogramas.es]
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