Desde comienzos de 2002 el centro de detención de Guantánamo ha albergado cerca de 800 prisioneros, de los cuales medio centenar siguen a día de hoy custodiados por las fuerzas militares estadounidenses. Establecido poco después de los atentados del 11 de Septiembre de 2001, este complejo situado en una base naval que poseen en Cuba desde 1898 fue destinado a recluir prisioneros capturados fuera de territorio estadounidense, sospechosos de pertenecer a grupos terroristas islámicos. El centro saltó rápidamente a los titulares internacionales cuando diversas organizaciones comenzaron a denunciar la penosa situación de los internos, poniendo la voz de alarma sobre las torturas a las que les tenían sometidos con el fin de recabar cualquier posible información acerca de Al Qaeda u otros grupos semejantes.
En Guantánamo Kid —publicado en España por Norma Editorial—, el periodista Jérôme Tubiana y el dibujante Alexandre Franc, recogen el relato de uno de estos prisioneros, Mohamed El-Gorani, un joven chadiano que con 14 años fue detenido por el ejército pakistaní y “vendido” al ejército estadounidense como sospechoso de pertenecer a una célula terrorista. El-Gorani nació en Arabia Saudí como hijo de inmigrantes y en 2002 decidió mudarse a Pakistán para estudiar inglés e informática, empleando para ello un pasaporte falso en el que aseguraba ser mayor de edad. Este hecho sería el que le valdría su detención y posterior traslado al complejo penitenciario.
Una vez en Guantánamo, la obra se centrará no solo en el funcionamiento y composición de la prisión y la brutalidad estructural hacia los reclusos, sino que también hará hincapié en la lucha que El-Gorani y otros prisioneros tuvieron que llevar a cabo —mediante protestas, huelgas de hambre e incluso agresiones o comportamientos violentos con guardias y trabajadores de la base— con el fin de mejorar las condiciones inhumanas a las que se veían sometidos, gracias al vacío legal aprovechado por los Estados Unidos para evitar aplicarles la Convención de Ginebra. Estas acciones, junto con la lucha de organizaciones internacionales por la defensa de los Derechos Humanos, sería lo que finalmente llevaría a El-Gorani y tantos otros prisioneros a acceder a un proceso judicial justo y que durante años se les había negado, provocando la paulatina liberación de los internos.
La liberación de El-Gorani tendría lugar en 2009 tras siete años de internamiento, al tener acceso a su partida de nacimiento, en la cual se demostraba no solo que era menor en el momento de su detención, sino que tan solo contaba con 11 años en las fechas en las que se le acusaba de haber estado en Londres como parte de una unidad terrorista. Finalmente, la obra recogerá también la experiencia posterior del joven, ya en libertad, y las profundas secuelas sociales y físicas provocadas por su encarcelamiento.
Todo esto hace que encontremos en Guantánamo Kid un potente testimonio de la violencia e injusticia sufrida por unos reclusos que, en muchas ocasiones, solamente estaban en el momento y lugar equivocado o incluso fueron víctimas de la avaricia y la necesidad de encontrar chivos expiatorios en la creciente tensión entre Occidente y Oriente Medio.