[Inocentada] Millán-Astray, el primer otaku de España

Probablemente este título pueda ser el más extraño de cuantos hemos visto en El Octavo Historiador, pero en ocasiones la realidad supera a la ficción. Una de ellas puede ser perfectamente la vida de José Millán-Astray, uno de los militares más conocidos de la España contemporánea. Su biografía tiene todos los ingredientes para llenar miles de páginas de anécdotas: nacido en 1879 en una acomodada familia coruñesa, se alista en el Ejército a los quince años, y poco después marcha como voluntario a la guerra en Filipinas. Allí participará en la defensa de San Rafael, acción por la que será condecorado y reconocido como un héroe. Una vez regresa, encamina sus pasos hacia Marruecos, donde su actuación le otorgará tal reconocimiento que se le encarga la creación y organización de un nuevo cuerpo militar, la Legión. Las heridas que sufrirá en combate le provocan que quede cojo, la pérdida del brazo izquierdo y del ojo derecho y otras graves secuelas. Durante la Guerra Civil apoyará a los sublevados acaudillados por el que fuera su mano derecha, Francisco Franco, que le da un papel destacado en labores de propaganda, llegando a fundar Radio Nacional. En ese período tuvo lugar el famoso enfrentamiento dialéctico con Miguel de Unamuno, reflejado en obras como la reciente película Mientras dure la guerra. Una vez finalizada la contienda pasa a ser Procurador en las Cortes franquistas, teniendo una ajetreada vida personal, con diversas relaciones extramatrimoniales bastante escandalosas para la época mientras estaba casado con una mujer que había hecho voto de celibato. Hasta aquí todo es real. Si, hasta lo de estar casado con una mujer que ha hecho voto de castidad para toda su vida. 

Sin embargo, hay otro aspecto que, aunque no es del todo desconocido, suele quedar relegado a un segundo plano: una pasión por la cultura japonesa que alcanzaba unos niveles que permiten considerarlo como el primer “otaku” de la Historia de España -aunque él nunca se refirió a sí mismo con este término, puesto que no se comenzó a emplear hasta los años ochenta-. Pese a que el conocimiento de lo nipón era muy reducido en Occidente a comienzos del siglo XX, la estancia de Millán-Astray en Filipinas le sirvió para entrar en contacto con todo un universo cultural que le impactó de manera muy profunda. Pero no fue la espectacular expansión de Japón durante la época Meiji lo que le cautivó sino, sobre todo, el mundo de los samurai y su código ético, el Bushido. Este descubrimiento no solo desembocó en un gran afán coleccionista de objetos históricos japoneses, sino que trastocó su modo de entender la vida militar, convenciéndolo de la necesidad de incorporar la mentalidad y el código de conducta samurai al Ejército español. Esto aun es esencialmente cierto: cuando entró en contacto con la cultura japonesa le llamó mucho la atención el mundo de los samurai y el Bushido, aunque aquí ya nos empezamos a venir algo arriba calificándolo de otaku…

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Carátula del libro El Bushido: El alma del Japón, traducido por el General Millán Astray. Fuente: Tribulaciones Metapolíticas

Contra todo pronóstico, Millán-Astray acaba teniendo la oportunidad de plasmar sus ideales en la realidad cuando el Gobierno, motivado ante las constantes derrotas en Marruecos, le encomienda la creación de un cuerpo militar profesional que pueda hacer de fuerza de choque frente a las cabilas rifeñas de Abd-el-Krim. Así, el 28 de enero de 1920 se funda el Tercio de Extranjeros, que poco después se rebautizaría como la Legión Española. Pese a la extrañeza que podía producir entre sus compatriotas, el por aquel entonces teniente coronel nunca ocultó que el Bushido era su principal inspiración a la hora de moldear el ideario del cuerpo, o Credo legionario, una lista de doce máximas en la que destacan conceptos como el compañerismo, la disciplina, la capacidad de sufrimiento o, sobre todo, el honor, llevado hasta la muerte. Así se recoge en una entrevista concedida al diario ABC, publicada el 15 de marzo de 1925, pero también en diversos prólogos escritos a lo largo de su vida para ediciones en castellano del Bushido, que él mismo traducía -eso sí, partiendo de ediciones en inglés y francés, puesto que no consideraba suficientes sus conocimientos de la lengua japonesa, pese a que dominaba ciertos rudimentos de la misma-. Aquí el texto empieza a no encajar en la siempre rigurosa prosa que nos caracteriza, aunque no nos desliguemos del todo de los hechos reales: la carátula del libro que acompaña estas líneas es real, puesto que Millán-Astray efectivamente realizó prólogos y traducciones del Bushido, aunque no fuera desde el original en japonés, y ese código influyó -aunque no tanto como aquí señalamos- en su manera de ver la vida militar. También es cierto que el 15 de marzo de 1925 se publicó en el ABC una interesante entrevista con este militar, pero en ella no hizo referencia alguna a la cultura japonesa.

No es casual tampoco la fecha de fundación de la Legión. Aunque en un primer momento parecía que se oficializaría en 1919, Millán-Astray prefirió retrasarlo unos meses por razones simbólicas: en 1920 se cumplía el tercer centenario del fin de la Embajada Keicho-Hasekura, una misión diplomática japonesa a España y la Santa Sede entre los años 1613 y 1620, que fue encabezada por un samurai, Hasekura Tsunenaga. La idea del militar español era reunir las tradiciones bélicas de ambos países en la efeméride de la partida del único samurai que había pisado la piel de toro, como confesó en la ya citada entrevista. Los datos referentes a la Embajada Keicho-Hasekura son los correctos, pero lo de que influyera lo más mínimo en Millán-Astray, mentirusco gordo.

Durante su estancia en el norte de África, Millán-Astray acostumbraba a llevar en su equipaje algunos de los objetos que coleccionaba -si bien la inmensa mayoría se guardaban en su residencia peninsular-, sobre todo aquellos que consideraba que le daban suerte -el carácter supersticioso del coruñés era bien conocido-. Entre ellos, el más llamativo era una katana cuyo origen exacto y su paradero actual se desconocen. Pero la incompresión que esta pasión despertaba en algunos de sus compañeros de armas -incluido el propio Franco- podría haberse transformado en una abierta hostilidad de haber portado en público el mayor de sus tesoros, una armadura samurai de tipo “tosei-gusoku” de comienzos del siglo XIX. En alguna ocasión, el fundador de la Legión se planteó marchar al frente enfundado en ella, según afirman sus biógrafos en base a entrevistas con veteranos de la Guerra del Rif, pero el reverencial respeto que profesaba a su uniforme de legionario acabó por hacerle desistir de tal idea. En sus últimos años de vida, y pese a encontrarse ya retirado del servicio activo, tampoco llegó a portar la armadura en público debido a la oposición de Franco a ese tipo de extravagancias, y el intento por mostrar distanciamiento con las potencias del Eje -incluido Japón- desde 1943 tampoco favorecía a Millán-Astray y sus aficiones filoniponas, que quedaron relegadas al ámbito privado. Exceptuando lo del carácter supersticioso del general, el resto es totalmente falso. Ni coleccionaba armas, ni se disfrazaba de samurai en su sala de estar, ni nada parecido.

Sin embargo, la cercanía con el jefe del Estado del nuevo régimen y su declarada admiración por el país del sol naciente provocó que fuera agasajado en varias ocasiones por el embajador japonés, lo que le permitió ampliar notablemente su colección y su biblioteca personal, en la que se incluía una primera edición de Tagosaku to Mokube no Tokyo Kenbutsu, obra de 1902 habitualmente considerada como el primer manga de la Historia. Nuevamente, esta parte es obra de la fértil imaginación de El Octavo Historiador.

Por lo tanto, y teniendo en cuenta todo esto, vemos que la figura de José Millán-Astray encaja a la perfección en el papel de precursor de los “otaku” en España: su pasión por la cultura nipona le llevó a aprender japonés -aunque no lo llegó a dominar con fluidez-, tener infinidad de libros acerca de aquella temática -incluido manga-, disfrazarse o hacer “cosplay” -aunque fuera en la intimidad- e, incluso, cambiar la Historia militar de España para que los soldados salieran al campo de batalla con un espíritu asimilable al de los legendarios samurais. En resumen, que si bien a Millán-Astray le interesaban Japón y el mundo samurai, ni leía manga, ni coleccionaba armas y armaduras niponas, ni repartía con la katana en las montañas del Rif o el salón-comedor de su casa. Por lo tanto, eso de ser considerado como el primer otaku de España no acaba de encajar con la realidad.


[Imagen de cabecera extraída de ABC]

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