Cuando hablamos de las exploraciones a tierras americanas en el s. XVI, a menudo nos toca discernir entre la realidad de los hechos acontecidos en cada viaje y las leyendas que se originan de los mismos por boca de los relatos de los supervivientes. Este debacle es lo que explora el cómic Caboto, ilustrado por Lorenzo Mattotti y guionizado por Jorge Zentner.
Nos presentan con él al cartógrafo y explorador veneciano Sebastián Caboto, afirmando que su biografía es un misterio y sabiéndose solamente que su madre era de Venecia. Se incide asimismo en la dificultad a la hora de atribuirle su apellido, pudiendo referirse a él como Caboto, Gaboto o Cabot, aunque esto se debe más bien al idioma de la fuente, siendo el primero en castellano, el segundo en italiano y el tercero en inglés). Sin embargo, fallan al no destacar que Sebastián es hijo de Juan Caboto, de quien hereda su profesión. Con todo, se centran exclusivamente en relatar uno de sus viajes, en el que decidió cambiar el objetivo que tenía encomendado.

Fuentes: Blogosedizioni y Wikimedia.
Parte así de Sanlúcar de Barrameda en abril de 1526 para continuar las labores de expedición comenzadas por Magallanes en su misión de encontrar una ruta hacia las Islas Molucas, conocidas como las Islas de las Especias. Pero una vez en costas americanas, conoce el relato de los supervivientes de otra expedición, esta vez la de Juan Díaz de Solís, que exploró el ahora llamado Río de la Plata y que acabó siendo fulminada por los guaraníes en la costa de la actual Uruguay en 1516. De los 18 supervivientes, 7 decidieron aventurarse hacia el norte hasta que fueron apresados por los portugueses y llevados a Lisboa, tal como relata el cómic. Del resto destacó Aleixo Garcia, que falleció un año antes de la llegada de Caboto y cuyas vivencias se dicen que fueron decisivas para que este decidiese cambiar su rumbo.
Adentrándose en el río Carcarañá., establece un asentamiento fortificado llamado Sancti Spiritus, estableciendo relaciones amistosas con los indígenas locales ofreciéndoles trueques, aunque estos serán los que destruyan el fuerte en 1529, detalle que los autores deciden omitir. Cabe destacar que se considera a este lugar como la primera ocupación española en lo que ahora es Argentina. De igual modo, también se prescinde el hecho de que Caboto fue apresado al regresar a España en 1530 por desviarse de su misión, siendo condenado al exilio a la ciudad actualmente argelina de Orán y perdonado en 1533 por Carlos I. De hecho, a él le debemos uno de los mapamundi más importantes de su época, editado en 1544 y conservado en la Biblioteca Nacional de Francia.

El hecho de que se perdiesen los diarios de viaje de Caboto hace que la imaginación entre en juego a la hora de relatar ciertas escenas, algo que los propios autores admiten realizar en momentos de menor relevancia. Juegan también con la narración de los supervivientes, que puede deformar la realidad, definiendo la palabra narrar como “oficio de sobrevivientes”, así como con la carta que Luis Ramírez, expedicionario, le envió a su padre en 1528.
Es interesante, no obstante, ver cómo los autores reflejan con texto e imágenes la incertidumbre surgida con este personaje, así como las derivaciones que han podido deformar incluso su aspecto físico con el paso de los siglos y la transmisión de su descripción de unos a otros autores. Sin embargo, ellos mismos admiten con humildad que como narradores escogieron un rostro y un viaje en particular, no tratándose en ningún momento ni de una biografía ni de un relato histórico.
[Imagen de portada extraída de Fantagraphics Books Inc.]