Iria G. Parente y Selene M. Pascual nos presentan una visión futurista del mito de Hades y Perséfone en su novela La flor y la muerte (2020), la primera entrega de la serie Olympus. Nos hacen viajar al planeta Marte, concretamente en el año 2628, donde en el Monte Olimpo de Marte se encuentra una escuela de élite llamada Akademeia, academia en griego clásico, en la cual se gradúan los mejores comandantes y profesionales de cada sector.

Este mundo se encuentra gobernado por Olympus, una corporación dividida en trece servicios o sectores, al estilo Divergente o Los juegos del hambre, basados en las características de los principales dioses del panteón griego clásico. Cada uno de estos servicios lleva el nombre del dios o diosa por el que se caracteriza, al igual que el gobernante o la gobernante de dicha facción, que junto con su familia conforma parte de la élite. Este sistema no funciona de forma hereditaria, sino que aquellos que se encuentran dentro del mismo servicio pueden aspirar (a pesar de las dificultades) a ser los gobernantes del mismo.
De este modo, Hefesto es la facción encargada de crear toda la maquinaria necesaria para conquistar y adaptar nuevos planetas que poder colonizar, como un grupo de ingenieros. El servicio de Hera se encuentra asociado a la creación de vida, pues como veremos en siguientes entregas, en este futuro los niños son creados de forma artificial. El servicio de Apolo se dedica a la medicina, en Poseidón hay grandes pilotos, los Dionisos están relacionados con el entretenimiento, concretamente los programas de televisión, las redes sociales, etc. Estos últimos son un grupo muy importante, pues junto con el servicio de Hermes, dedicado a la información, controlan a la población y el contenido que esta disfruta.
El servicio de Ares se dedica, como no, a la guerra, concretamente a la seguridad y las armas, los de Deméter, asociados al estudio de plantas y otras formas de vida, los de Artemisa a los alimentos. Los de Afrodita al sector de la moda y la belleza, y los de Hades, por supuesto, a la muerte, los cuales se encargan de gestionar el nuevo más allá, al cual, llaman Paraíso. Y, por último, los Zeus, los más importantes, la élite entre la élite, dedicados al gobierno, supervisión y administración de todos los anteriores.
Al igual que en los mitos clásicos, los más influyentes junto con Zeus, son Atenea, Ares y Poseidón, por eso en la Akademeia los equipos de alumnos que la conforman jamás son liderados por ningún otro servicio. En esta escuela, los estudiantes divididos en equipos de trece integrantes (uno por facción), compiten para conseguir el puesto de comandante en un juego o competición muy peligroso, donde pueden incluso perder la vida.

La primera de las pruebas o examen se llama La Odisea, en referencia a la obra escrita por Homero, en la cual Odiseo intenta regresar a su hogar. Esta prueba se desarrolla en el espacio, donde los equipos deben atrapar la bandera de Olympus superando los obstáculos de un planeta que no conocen, trabajando en equipo y demostrando sus habilidades.
Nos llama la atención como los nombres que otorgan a las naves de cada equipo son de los titanes de la Grecia Clásica, como Cronos (dios del tiempo), Rea (titánide asociada a la tierra y la naturaleza) o Tetis (titánide asociada al mar).
Otras reminiscencias o referencias al mundo clásico son el uso de las coronas de laurel, en este utilizadas para diferenciar a los estudiantes que gozan de beca en la Akademeia. Así como el hecho de que en el Museo Terrestre de Marte se pueda visitar una colección de reproducciones de esculturas clásicas, entre las que se encuentra la estatua de Niké o Victoria alada. Es interesante, como en la prueba La Odisea, se encuentran una copia a gran tamaño de esta misma estatua, la cual parece señalar algún punto concreto con sus manos. Es aquí cuando Armand, uno de los personajes, señala: “Uno no planta una estatua así sin fijarse en cómo la coloca”, y esto es precisamente debido a que las estatuas clásicas y otros elementos artísticos de la época, se colocaban siguiendo un orden y con una función.
Como guiño a otras corrientes artísticas dentro de la antigua Grecia, el apellido de una de las protagonistas es Kore, una estatua femenina de la época arcaica, representada normalmente erguida sin casi movimiento. Se caracteriza precisamente por su rigidez, algo que sin embargo no caracteriza a la joven protagonista.
Los personajes también hacen referencias a mundo griego en algunas de sus citas, como Óscar, quién afirma: “Me he acercado a robar el fuego y me he quemado”, recordando claramente al mito de Prometeo, quien le robó el fuego a Hefesto para dárselo a los mortales.
En el caso de la geografía espacial, por así denominarlo, algunos planetas reciben el nombre de lugares de la antigüedad, como es el caso de Hellas, antigua denominación de la región continental de la antigua Grecia, también conocida como Hélade. Aunque ahora mismo no hay ningún planeta real con este nombre, en Marte podemos encontrar la Hellas Planitia o Planície de Hélade, un antiguo cráter.
También es el caso de Ilión, que en la antigüedad se trataba de una ciudad griega de la región de Épiro, mencionada en la Eneida de Virgilio como una de las fundaciones tras la Guerra de Troya. Esto está relacionado con la raza que vivía en este planeta antes de la llegada de Olympus, denominados teucros, pues en la mitología clásica Teucro era uno de los héroes griegos que participó en dicha guerra, concretamente uno de los mejores arqueros, escondido en el Caballo de Troya.
Sin embargo, la historia principal se centra en Asha e Ianthe. Estas dos muchachas, hijas de las gobernantes de sus servicios, representan el mito de Hades y Perséfone. Asha pertenece al servicio de Hades, mientras que Ianthe al de Deméter, siendo esta última la que se asemeja a Perséfone. En este casi enemies to lovers, nos cuentan cómo funciona el más allá en este mundo futurista.
Es curioso precisamente que le llamen Paraíso y no Inframundo, siendo esta una denominación posterior del más allá. En ella, como bien cuenta Asha, ya no hacen falta darle monedas a Caronte (el barquero del río Aqueronte encargado de las ánimas), sino que sólo son necesarios los datos y recuerdos almacenados a lo largo de tu vida, y dependiendo del precio que pagues, puedes vivir en una u otra sección del Paraíso en forma de holoánima. Es interesante que este más allá también se divida en secciones al igual que el inframundo clásico.
A mayores, las protagonistas del romance adoptan como pseudónimos los nombres de Hades y Perséfone para referirse a sí mismas, incluyendo citas como la de Ianthe: “ mis pies se hunden en la tierra blanda y desearía que una mano apareciese, me cogiese por el tobillo y me ayudase a desaparecer”, que podría hacer referencia a la versión del mito donde Hades la secuestra, y que ya mucho conoceréis gracias a las canciones de Pascu y Rodri (Destripando la Historia – Hades – “se fija en su sobrina y la agarra de la pierna”).
También hacen referencia a las granadas (“Unidas por la fruta, un pacto eterno”), los campos de asfódelos, la llegada de la primavera en cada turno de seis meses, el beneplácito de Zeus ante la relación, etc. Tantas son las referencias, que incluso cada una de ellas nombra a su nave en honor a elementos relacionados con el Inframundo. Asha se decide por el barquero Caronte, mientras que Ianthe elige Melíone, una diosa menor encargada de las ofrendas a los fallecidos.
En definitiva, nos encontramos ante un retelling del mito clásico de Hades y Perséfone, aunque al contrario de tantos otros que se han visto hasta ahora (a excepción quizás de las apariciones de los mismo en la saga de Percy Jackson), esta se desarrolla en un mundo futurista ambientando en Marte y en el espacio, donde la sociedad que hoy conocemos se encuentra sustituida por otra que hacer honor al panteón greco clásico.
Esta novela es una muestra más de que en cualquier parte podemos encontrar retazos de Historia, Mitología y Arte, ayudando a la labor de difusión de los mismos.
[Imagen de portada extraída de Fantasymundo]
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