La madriguera del Gusano Blanco

El nombre de Bram Stoker se asocia, irremediablemente, a su criatura más famosa, Drácula, cuyo dilatado recorrido cinematográfico la convirtió en uno de los grandes referentes del terror gótico. Sin embargo, esta no es la única obra del autor irlandés, que cuenta en su haber con una fructífera colección de novelas y relatos cortos, la mayoría de ellos encuadrables dentro de ese mismo género.

La guarida del gusano blanco o The lair of the White worm –en su versión original- cuenta con el dudoso privilegio de ser la última novela publicada por el autor en vida, en el año 1911. Meses después, presa de la enfermedad y sumido en la ruina económica, Stoker moriría sin conocer el gran éxito de Drácula, así como de algunos otros de sus relatos. Esta novela, adaptada a película en 1988 por Ken Russell de una forma bastante libre, fue interpretada por Harry Ludlam, el biógrafo oficial de Stoker, como el gran misterio tras el propio autor, en la obra A Biography of Dracula: The Life Story of Bram Stoker (1962).

Portada de la película de 1988, basada en el libro de Bram Stoker. Fuente: alchetron

Una descripción bastante acertada, atendiendo al simple pero extraño argumento de la novela. Los acontecimientos de la misma se desarrollan en el condado de Derbyshire, en la zona del Parque Nacional del Distrito de los Picos, un área plagada de cavernas, coprotagonistas en cierta medida de la obra. Hasta este lugar se nos relata la llegada de Adam Salton, ciudadano australiano con raíces británicas, al que su tío –acaudalado y sin herederos- le ofrece mudarse para recibir el legado familiar. La llegada de Salton a Inglaterra será simultánea a la de Edgar Caswall, heredero del castillo de Casta Regis, en la misma región. La llegada de este último individuo desatará una serie de espeluznantes acontecimientos, en medio de los cuales hará acto de presencia una criatura serpentiforme, asentada en el condado desde tiempos inmemoriales. Una historia sobre la lucha entre el bien y el mal, a la que se suman muchos otros relatos cuya importancia dentro de la trama general no siempre queda clara.

A pesar de todo, y como auguraba el biógrafo de Stoker, la obra es un reflejo no solo del autor, sino de la época en la que le tocó vivir. Los primeros años del siglo XX estuvieron marcados por el fin de la época victoriana y el declive del movimiento gótico, que habían marcado una época de descubrimientos y avances –y en ocasiones retrocesos- en el conocimiento científico. Adam Salton, el protagonista de la novela y sobre todo su fiel, aunque vetusto, amigo Nathaniel representan el prototipo del hombre de finales del s. XIX, versado en los más diversos temas, con conocimientos que abarcaban desde la historia hasta los avances científicos más novedosos. Ambos son representados como hombres sabios, capaces de dar respuesta a los misterios más inverosímiles a través de la lógica y larazón, a imagen y semejanza de cómo se veía a sí misma la alta sociedad británica a finales de ese mismo siglo.

Ahora bien, estos no son los únicos rasgos que comparten con la sociedad que vio crecer a Stoker. Ejemplo de ello son las opiniones vertidas por ambos personajes en relación a Ulanga, el esclavo negro de la familia Caswall, y respecto a Arabella March, noble de la zona con un oscuro secreto. En ambos casos, uno por su origen racial y la otra por su condición de mujer, los personajes son descritos e interpretados como entes malignos, que hacen uso de sus peculiares dones, en el caso de él su magia africana y en el de ella su feminidad, para alcanzar sus fines. Una interpretación que no desentona demasiado con las opiniones y juicios que se vertían en esa época, dominada por el colonialismo y las teorías sobre la histeria femenina.

Retomando el hilo histórico de la novela, cabe destacar la gran cantidad de detalles que Salton y, sobre todo, Nathaniel aportan sobre el pasado de la región. La presencia de la serpiente, interpretada como un mal antediluviano, se vincula a diferentes periodos históricos, sin que el autor deje del todo claro si su perniciosa presencia tuvo algún tipo de implicación en el desarrollo de las mismas. Así, el lugar donde el monstruo se esconde, recibe diferentes nombres: “la madriguera del gusano blanco” y, más comúnmente, “la arboleda de Diana”. El segundo nombre, asociado a la divinidad romana de la caza y, probablemente, a la encarnación humana del monstruo, sirve a los personajes para remarcar la importancia de la ocupación romana en la zona. A esto se suma la constante adición de datos históricos, en ocasiones irrelevantes para la consecución del relato, como el episodio en el que se explica la evangelización de Inglaterra por Agustín de Canterbury en los s. VI-VII y la importancia que el rey Ethelbert de Inglaterra –primer monarca inglés en convertirse al cristianismo- tuvo en tal hazaña. Aunque sin duda la mención más recurrente es la realizada al reino de Mercia. Bajo el nombre de Mercia o Merce se designaba uno de los reinos de la Heptarquía anglosajona, que se desarrolló entre mediados del s. VII e inicios del IX, ocupando la parte central del país. De todos sus monarcas, Stoker destaca a dos, Penda y Offa, reponsables del retorno al paganismo y la posterior reconversión al cristianismo de esta región.

Distribución de los reinos anglosajones de la Heptarquía entre los s. V y IX d.C. Fuente: mapsontheweb

Finalmente queda destacar una cuestión etimológica presente en toda la obra y visible ya en su título. La criatura que atemoriza a la pequeña población del libro es descrita, en todo momento, como una serpiente blanca de grandes y luminosos ojos verdes. Sin embargo, los protagonistas la denominan “el gusano”. Este juego de palabras, visible en otros autores como Tolkien –recordemos que Smaug, el dragón del Hobbit, es descrito como “un gusano especialmente codicioso”- guarda relación con el origen de la propia palabra worm. Del anglosajón wyrm o incluso del gótico waurms, la palabra era usada para designar a grandes criaturas mitológicas, más parecidas al concepto actual de dragón. Ejemplo de ello son dos fábulas a las que Stoker hace referencia dentro de la propia obra: ‘the Lambton worm’, una leyenda del condado de Durhan que relataba la lucha de un tal Lambton contra un dragón que atemorizaba a la población a las orillas del río Wear, y ‘The Laidly Worm of Spindleston Heugh’, balada de la región de Nothumbria en la que una princesa era convertida en dragón.

La guarida del gusano blanco es una novela sin duda curiosa, cargada de un surrealismo poco convencional, sobre todo comparada con su antecesora Drácula. En ella se mezclan teorías de lo más variopinto, con creencias, datos históricos y conocimientos científicos de lo más diverso. El antagonista se nos presenta como un terror primigenio, al estilo de los relatos de Lovecraft pero, al igual que sucedía con el vampiro transilvano, es un enemigo que puede ser derrotado. Sus personajes representan los más diversos estereotipos sociales del s. XIX, sirviendo de testigo a esa época en la que el propio Stoker tuvo que subsistir. Una novela relativamente corta que, a través del terror propio de su época, nos deja entrever la cadencia y base mitología en la que se inspirarían muchas obras de ficción posteriores, usando siempre como referencia la historia.


[Imagen de portada extraída de: Plutón ediciones]

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