El pasado día 10 de noviembre salió a la venta Assassin’s Creed Valhalla, la última entrega de la afamada serie de videojuegos. A lo largo de los distintos títulos de la serie se nos ha puesto en la piel de distintos personajes y hemos recorrido una gran variedad de épocas. Desde la Jerusalén de las Cruzadas hasta el Londres victoriano, pasando por muchos lugares y momentos. En esta ocasión, el foco ha sido Inglaterra durante las expediciones nórdicas. A lo largo del juego, controlaremos a Eivor, quien tendrá que recorrer las tierras britanas buscando apoyos para mantener y defender un pequeño poblado noruego en el corazón del reino de Mercia.
Si bien la premisa parecía prometedora, puesto que, por primera vez se nos daba a entender que quien iba a protagonizar el juego sería una parte de la sociedad nórdica dentro de Gran Bretaña. Semejaba que se nos iba a dar un enfoque más social, reflejando las diferencias entre cristianos y germánicos, entre nórdicos y anglosajones. Sin embargo, el resultado ha sido bastante distinto. Eivor ha terminado formando parte de la sociedad que le rodea, aunque se nos deja claro desde el principio que no forma parte de ese mismo clan, puesto que el suyo es erradicado al inicio del juego. Por tanto, aunque otros habitantes del pueblo nos llamen o hablen con Eivor, toda la dinámica del juego nos fuerza a alejarnos de esa pequeña colonia que se está intentando crear. La construcción de los distintos edificios no supone más que pequeñas bonificaciones a nuestras estadísticas y no se busca apenas generar una vinculación con los demás personajes.
Al mismo tiempo, Eivor se convierte en protagonista de todos los cambios que se producirán durante estos años en las tierras británicas. Como es habitual en los títulos de la saga, conoceremos a los personajes más famosos de la época, como pueden ser Halfdan, rey de Jorvik, Ivarr y Ubba, hijos del legendario Ragnar Lodbrok o el rey Alfred de Wessex. Con todo, quien hará avanzar toda la historia será Eivor, puesto que participará en cada batalla, en cada reunión y en cada toma de decisiones. El resto de personajes parecen ser más un decorado que agentes históricos. Algo similar pasa con la sociedad anglosajona o nórdica, las cuales muestran diferencias a nivel estético en forma de iglesias o en el aspecto de los soldados. Sin embargo, sus costumbres parecen ser las mismas que las de los daneses o noruegos.
En resumidas cuentas, la Historia termina siendo un telón de fondo irrelevante en el cual nos movemos como Eivor, destruyendo todo lo que nos encontramos a nuestro paso. Puesto que, aunque el tráiler se hacía una defensa, nada velada, de que los vikingos eran algo más que saqueadores y asesinos. La única forma de avanzar en el juego es saquear y asesinar para construir un pueblo al que Eivor no pertenece y nosotros tampoco. La Historia es un tapiz de fondo del que se cortan y arrancan aquellas partes que, o no gustan, o no encajan con lo que creemos que debería ser.
[Imagen de portada extraída de areajugones.sport.es]