Mune: El guardián de la luna

Un leónido guardián del sol, un pequeño fauno azul y una chica de cera son los héroes de esta peculiar película de animación, estrenada en 2014 bajo el nombre “Mune, le gardien de la lune”. Galardonada con varios premios internacionales, esta cinta francesa nos sumerge en un peculiar mundo de fantasía, en la que los ciclos del sol y la luna –acarreados por dos gigantescos seres, como si de globos se tratase- se ven interrumpidos por una lucha de egos y la inexperiencia del pequeño Mune, auténtico protagonista de la película.

Plagado de escenarios de lo más variopinto, la película trae a la mente del espectador otros títulos, como Avatar (2009) de James Cameron, por sus coloridas escenas nocturnas, y algunos de los rocosos escenarios de la saga Zelda, en los paisajes diurnos. Sin embargo, un análisis más profundo de la escenografía y del argumento del film, nos retrotraen también a varios referentes históricos, quizás intencionales o quizás circunstanciales, pero que en cualquier caso hablan de la influencia que la mitología y el arte tienen en la cultura popular occidental.

El argumento de la película, en la que seguimos el típico periplo del héroe y sus fieles escuderos, gira principalmente en torno al equilibrio de los ciclos diurnos, en los que el sol y la luna intercambian posiciones para permitir el surgimiento de la vida en el planeta. Mune, que se presenta más como el relato de un nuevo mito que como un cuento al uso, toma el concepto de los ciclos lunares y solares compartidos por muchas otras mitologías. El normal discurrir del día, en el que el sol y la luna intercambian posiciones de forma regular, así como el caos devenido de la ruptura de este ciclo –como sucede durante los eclipses-, cuya consecuencia más directa es la total ausencia de luz en el firmamento, son la base de esta peculiar historia.

Mune nos habla de la dicotomía día/noche y sol/luna, observable en las mitologías mesoamericanas, en Asia oriental (principalmente China y Japón) o incluso la greco-romana, en las que los astros son siempre presentados como contrapartes. Sin embargo, al contrario que en estas culturas, la película no opta por asignar un sexo diferente a cada uno de los astros –siendo habitual en los mitos que la luna esté personificada en un ente femenino y el sol uno masculino-, siendo ambos guardianes varones.

Se observan además ciertas reminiscencias a la mítica lucha que Ra debía desarrollar cada noche contra la serpiente Apofis, en su barca solar, para asegurarse de que el sol volvía a surgir cada mañana en el horizonte de Egipto. Sin barca y con un desenlace algo diferente, se desarrolla una lucha similar en la película, donde el sol es llevado a las profundidades de la tierra, donde debe ser salvado de las manos de un ente maligno que quiere corromper su luz.

En relación con el mito egipcio, encontramos también la figura de la serpiente –aunque su aspecto en la película recuerda más al mundo mesoamericano-, siendo esta la responsable del fatal destino del sol. Sin embargo, su forma de actuar recuerda más a la serpiente del paraíso cristiano que a la imponente serpiente del mito egipcio, pues su poder reside precisamente en tentar a sus víctimas para conseguir la caída de idílico mundo en el que se desarrolla la historia de Mune.

El mito de los ciclos solares se ve también representado en la peculiar forma en que se desplazan los dos astros: arrastrados por sendos “templos” o criaturas móviles que los desplazan por el firmamento. Este concepto nos retrotrae de nuevo a mitos como el griego, en el que Helios viajaba en un carro tirado por cuatro corceles, o la mitología nórdica en la que la diosa solar era trasladada por el cielo en una carroza tirada por los caballos Arvak y Alsvid. En el caso del “templo” lunar del film cabe destacar, además, su particular similitud con Los elefantes de Dalí.

Otras referencias a la mitología las tenemos en el propio protagonista, cuyo aspecto recuerda al de un fauno y cuyos poderes son una clara referencia a Sandman, personaje de la cultura anglosajona, que dormía a la gente gracias a la arena mágica que esparcía sobre sus ojos.

Una última referencia la vemos en los esbirros del villano de la cinta que, aunque no hacen referencia a un personaje mitológico, si parecen ser un guiño a dos personajes de una cinta de Disney en la que los mitos son parte fundamental del argumento: Hércules (1997). Salidos de la imaginación del guionista encargado de la película, Pena y Pánico, los secuaces de Hades sin referente real en la mitología griega, tienen aquí su contraparte en dos peculiares y carismáticos personajes.   

Mune: El guardián de la luna es una curiosa cinta de animación en la que, lejos de representar un mito real, construye uno nuevo y propio. Un mito que se sustenta sobre las mismas reglas en las que muchos otros relatos sobre dioses antiguos establecieron sus fundamentos, confiriendo a la película un sentimiento de familiaridad, aun a pesar de cambiar el concepto y adaptarlo a su propia historia. Una curiosa reinterpretación de los ciclos del sol y la luna, que tantos otros mitos han relatado a lo largo de los siglos y que, al igual que todos ellos, habla de la importancia del equilibrio en los ciclos vitales, mostrando la oposición de los astros no como algo negativo, sino como algo necesario y complementario. Una neo-mitología en un mundo estéticamente preciosista, en la que perderse una tarde en compañía de un buen bol de palomitas.


[Imagen de portada: IMBd]

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